Ayer comenzó a funcionar en EE.UU. su nuevo Sistema de Alertas de Copyright (Copyright Alert System), dirigido y gestionado por el Center for Copyright Information, una asociación privada formada por la mayoría de la industria audiovisual y musical (RIAA, MPAA, IFTA, A2IM) y por los principales prestadores de servicios de conexión a Internet (AT&T, Cablevision, Comcast, Time Warner Cable, and Verizon). Después de varios años de negociaciones, los miembros de la asociación han ideado un sistema orientado a educar a los usuarios de Internet que, de manera frecuente, descargan obras y prestaciones protegidas que han sido facilitadas sin las preceptivas autorizaciones. No es un sistema ideado para restringir, sino para educar; de ahí la novedad y su razonabilidad. Además, si se alcanza gracias a un convenio sectorial entre las partes implicadas, aún mejor, ya que su sometimiento es voluntario y la predisposición de todos será mejor.
Mientras que otros países, como Corea del Sur y Francia, han optado por sistemas netamente coercitivos, que incluso contemplan la posibilidad de interrumpir el servicio al usuario que, de manera reiterada, infrinja derechos de propiedad intelectual, EE.UU. (creo) ha elegido el camino correcto, estableciendo un sistema menos agresivo para el usuario, más orientado a la educación que a la restricción. El objetivo de cualquier sistema que luche contra las descargas ilegales tiene que pasar por hacer entender al usuario que ya hay una oferta legal de contenidos, para convertir a un usuario de contenidos ilícitos, en un nuevo cliente de servicios legítimos. Cualquier solución a la piratería pasa por la educación y por la oferta abundante de contenidos autorizados.
El sistema utiliza tecnología de reconocimiento de archivos (fingerprinting) para identificar obras y prestaciones protegidas que estén circulando por las redes de manera desautorizada (principalmente en redes P2P); una vez identificado el archivo y la/s IPs involucradas, se facilitan esos datos a los ISP, que son los que pueden identificar al abonado al que se le asignó dicha IP, y les envían una notificación, informándoles de que están infringiendo derechos de propiedad intelectual. Los titulares de derechos (ni otro tercero) no reciben en ningún momento dato de carácter personal alguno, ya que la notificación la realiza directamente el ISP que, voluntariamente, se ha unido a este sistema. El mecanismo contempla el envío de hasta 6 notificaciones, incrementando paulatinamente el tono de los mismos, hasta la adopción de «Medidas Mitigadoras» (nunca la desconexión a Internet, como en Francia), que pueden ser: reducción de la velocidad de Internet; redirección a una página informativa cada vez que se accede a Internet, hasta que se contacta con el ISP; redirección a una página informativa, donde se tiene que contestar a un cuestionario.
Es evidente que hay que buscar soluciones a la descarga masiva de archivos a través de Internet. Hace unas semanas fui a dar clase a un máster de esta materia y me llamó poderosamente la atención que ni uno solo de los 20 alumnos que allí estaban (supuestamente interesados en este área del Derecho), había pagado nunca por disfrutar de una canción, una película o una serie en Internet. Todos reconocían que mientras no hubiese algún tipo de restricción al acceso de archivos ilícitos, no acudirían a servicios legales como Filmin, Google Play, Yomvi o iTunes. Ese es un problema de mentalidad (lo hago porque puedo y mientras pueda, y me da igual si está bien o no), que podría solucionarse con este tipo de sistemas razonables, equilibrados y proporcionales, así como con la creciente disponibilidad de contenidos en Internet (a través de estos y otros servicios).
Estaré atento a los resultados que obtenga este sistema, visto que la Hadopi no está dando los frutos previstos en Francia y que todavía (y llevamos ya más de una década) no se ha encontrado el mecanismo idóneo para invertir el porcentaje de archivos legítimos/ilegales que circulan por Internet.
Soy una alumna del Master al que asististe a dar la ponencia.
Creo que la reflexión que haces sobre «supuestamente interesados en este área del Derecho» y «lo hago porque puedo y mientras pueda, y me da igual si está bien o no» no es totalmente adecuada.
El problema no es la mentalidad como indicas, el problema es el abuso (que hay y habÃa) entre otras cosas, en las entradas del cine. Si es necesario un cambio de mentalidad, pero podÃan empezar aquellos señores que se han lucrado tantos años. Bajarse contenido ilicitos no está bien, pero alguien ha entrado a valorar la «mentalidad de los grandes gigantes??
Gracias por tu comentario, Virginia.
Más que una reflexión, fue la sensación que nos llevamos tras la clase. Recuerdo que varios comentaron que mientras se pueda hacer, difÃcilmente se acudirá al mercado legal. Además, es una conclusión que también he escuchado en otras ocasiones, incluso de personas de mi entorno.
Cuando un empresario abusa (vendiendo su producto muy caro, ofreciendo mal servicio, etc.) lo normal es que el mercado rechace y expulse a ese empresario; la particularidad de la industria del entretenimiento es que el público no rechaza al empresario, ninguneando su producto, sino que lo disfruta, aunque sin retribuir lo que el empresario ha decidido cobrar por él. Estamos en una economÃa de libre mercado y todos somos libres de poner valor a nuestro producto o servicio; si no estamos de acuerdo con dicho precio, lo lógico es que decidamos no adquirirlo, acudiendo a otros productos sustitutivos que satisfagan (aunque sea parcialmente) nuestras necesidades.
Si creemos que la industria ha abusado durante años de los consumidores, lo lógico es que rechacemos sus productos, acudiendo a otros de «no abusadores» (en vez de ir al cine, ir a un restaurante, a un bar o a casa de un amigo, para disfrutar de nuestro tiempo de ocio), pero no seguir disfrutando de tales contenidos sin pagar lo que el titular de derechos cree que vale su producto. De hecho, si hiciésemos esto, estarÃamos dando una verdadera oportunidad a la llamada «Cultura Libre» y a los contenidos cuyos autores deciden cobrar poco por ellos; si quiero ver «Spiderman», pero creo que es muy cara la entrada, la alternativa no deberÃa ser descargármela ilegalmente por Internet, sino ver una pelÃcula que esté en el rango de precio que estoy dispuesto a pagar (que, quizá, será de un pequeño productor, que tiene pocas oportunidades en un mercado tan competitivo).
Reitero que creo que se trata de una cuestión de mentalidad, porque la piraterÃa es un fenómeno global y no en todos los paÃses afecta de igual forma.
En cualquier caso, creo que el lunes tendremos opción de seguir comentando este tema presencialmente 🙂
Un saludo y gracias por el debate.
Estoy de acuerdo con los argumentos dados,cualquier solución a la piraterÃa pasa por la educación y por la oferta abundante de contenidos autorizados
Como asistente a la ponencia, muy buena por cierto, debo de recordar que, casi al final, se lanzó una proposición a la clase (creo que la realizó tu compañero Miguel Ãngel):
¿estarÃais dispuestos a pagar 30, 40, 50 € por acceso legal a contenido ilimitado?
Yo creo que la solución va por ahÃ. La única posibilidad de luchar a nivel global- y particularmente en nuestro paÃs- contra el «cero» de la piraterÃa consiste en poner los elementos técnicos y humanos necesarios para ofrecer la posibilidad de un acceso cómodo,legal, sostenible y directo. Luchar contra el «me lo bajo gratis porque soy muy listo» con el «me lo bajo pagando porque encuentro recursos para ello mucho más fácilmente y el contenido es de mejor calidad». Grosso modo, combatir la avaricia con la pereza. ¿Las cuentas cuadrarÃan? en un mercado potencial de cuatro mil millones de clientes, me inclino a pensar que sÃ.
Es decir, también hay que mirarlo desde el punto de vista de la oferta: desafortunadamente, acceder al contenido de manera ilegal es, en muchas ocasiones, por no decir siempre, más rápido y más fácil que el acceso legal, y siempre hay mucho más donde elegir.
Buenos dÃas Andy:
Tu post, a mi entender, refleja una verdad a medias, ya que si bien es cierto que algunos no pagamos por disfrutar de una pelÃcula, serie o canción, como indicas; si que pagamos en tiendas on-line o fÃsicas por comprar el soporte fÃsico de esa pelÃcula, serie o canción. A Dios gracias disfrutamos de una economÃa de libre mercado y podemos optar por múltiples maneras de adquirir un mismo producto.
Algunos de nosotros, como es mi caso, tenemos afán de coleccionismo y disfrutamos de estanterÃas llenas de DVDs y Blu-Ray, cosa imposible con el pago por internet para disfrutar de un obra on-line (ya sea para poder verla una vez o varias).
Si el precio por la compra on-line de una pelÃcula, serie o canción fuera muy inferior al formato fÃsico, cosa nada descabellada, debido a los ahorros de personal, distribución, almacenamiento…, seguramente cambiarÃamos de mentalidad y pagarÃamos por el formato on-line y no fÃsico y se acabarÃa con la piraterÃa (porque voy a tener gratis algo, cuando puedo pagar algo por ello, fomentando que se realicen nuevos contenidos de mayor calidad).
Por tanto suscribo cada una de tus palabras sobre tu argumentación principal en cuanto que se debe educar al consumidor (EEUU como siempre es un referente), pero en ningún caso estoy de acuerdo en cuanto al comentario referente a los alumnos del Master, debido a que es muy incompleto e induce a error.
Un saludo, nos vemos el lunes!! 🙂
Alex y Cruz, gracias también a vosotros por comentar.
Lo primero, quiero pedir disculpas si en algún momento os habéis sentido ofendidos por el comentario. La finalidad era simplemente reflejar la realidad española; podrÃa haber tomado ese ejemplo, como cualquier otro (una cena familiar o con amigos). Los comentarios que allà se intercambiaron surgen habitualmente en cualquier discusión sobre esta materia, y simplemente trataba de reflejar dicha argumentación en mi post con un ejemplo concreto y, además, de personas que en el futuro podrÃan vivir de los contenidos (como lo intentamos hacer mucha gente cada dÃa).
Alex, en el post aludÃa a música, cine, etc., adquirido por Internet (asà lo especifico); comentaba la paradoja de que, mientras se accede a muchÃsimo contenido a través de Internet, el público español (representado en este post en los alumnos de este master) fundamentalmente lo hace de forma ilegal, sin retribuir a los titulares de derechos. Por supuesto que no cuestiono que no se acceda a contenidos de otra forma (yendo al cine, comprando un CD, etc.) porque, de hecho, los medios de explotación tradicionales siguen siendo la principal vÃa de ingresos para la industria.
Sobre el precio de compra online de una pelÃcula, etc., ya comentamos en clase que en Internet han desaparecido unos intermediarios (transportista, tienda fÃsica, fabricante del soporte…), pero han aparecido otros (agregadores digitales, desarrolladores de software, plataformas de pago…) necesarios para llevar a cabo la explotación y que, además, deben amortizar la inversión que hacen en tecnologÃa, infraestructuras, equipos, etc. Internet no ha hecho desaparecer intermediarios, sino que han aparecido otros que aportan otro valor al negocio, por eso el precio todavÃa no puede ser sustancialmente tan bajo.
Cruz, efectivamente, en clase comentamos modelos de acceso a contenidos basados en la suscripción (como Filmin o Netflix), como solución a la piraterÃa. Pero también vimos que el contenido es muy muy caro y que ese «acceso legal a contenido ilimitado» es prácticamente imposible, porque nadie tiene el dinero suficiente para poder pagar por tener todo el contenido del mundo. Para empezar, no se pueden tener estrenos, sino pelÃculas de catálogo o, como mucho, con 1 año de antigüedad (una vez hubiesen pasado por otras ventanas de explotación). El público americano está dispuesto a esperar unos meses para disfrutar de una pelÃcula en el modelo de suscripción en Netflix, pero aquà decimos que no, que lo queremos ya. Por eso creo que es una cuestión de mentalidad.
Estoy de acuerdo contigo en que la oferta legal es muy inferior a la ilegal, y a no ser que se pongan mecanismos para limitar la oferta ilegal, siempre será asÃ. Pero fÃjate, si un servicio como Spotify, que es «cómodo, legal, sostenible y directo», no consigue despegar en España (donde hay menos suscriptores de pago que en otros paÃses), no sé cómo tiene que ser para que el usuario español decida pagar por él. Quizá lo que tenga que ocurrir es que no sea tan fácil acceder a contenidos ilegales, y será cuando los usuarios españoles decidan pagar 5 € al mes por acceder (pagando) a cualquier canción.
Al final creo que todo pasa por la educación, por la mayor oferta legal de contenidos y por la reducción de la oferta ilegÃtima.
Veo que el lunes seré nombrada persona non-grata :-|, aunque me quedo con lo gratificante que es debatir sobre estos temas.
Un saludo.
Estimado Andy,
Estoy totalmente de acuerdo con que, para acabar o limitar a carácter residual el consumo ilegal de contenidos sometidos a propiedad intelectual, la tendencia debe ser a la adopción de medidas educativas en los consumidores y a evitar, en la medida de lo posible, a adoptar restricciones o limitaciones de servicio, ya que éstas siempre crean el efecto contrario no deseado. Cierto es, y la prensa especializada lo ha puesto de manifiesto que en el caso de España volveremos a ingresar en la lista 301 en un plazo breve de tiempo. Lo que pienso es que será cuestión de tiempo, educación y consenso para que todos los actores implicados entiendan que deben ceder en sus intereses para equilibrar el mercado. Pues, cuando la posición dominante en dicho mercado era de los tenedores de los contenidos, realizando, en ocasiones, prácticas abusivas, léase precios de venta al público de formatos en CD, no parecÃa que la situación fuera desventajosa para el cliente/usuario. Ahora han cambiado las tornas, y la realidad la dirige el consumidor, esté equivocado o no en este mundo globalizado. No seré yo quién diga que en alguna ocasión no he mirado una pelÃcula o episodio de una serie en streaming acudiendo al sistema P2P, pero afirmo con rotundidad que respeto profundamente el trabajo y los derechos de autor que emanan de una obra intelectual, aunque a veces a los mismos actores del mercado, y puedo dar fe de ello, sólo les interesa el negocio generado por éstos y no su creación u obra.
Siento un profundo respeto por tu trabajo y por tu persona, pero no puedo evitar dejar constancia de mi malestar, reiterando la libertad de expresión y la enriquecedora experiencia del debate, sobre el ejemplo utilizado, ya que a veces el concepto de «como muestra, un botón» puede ser desafortunado.
Un fuerte abrazo
Gracias también a ti por comentar, David.
Efectivamente, cualquier solución a un conflicto (de cualquier Ãndole) pasa por que las partes enfrentadas cedan, y sean flexibles en sus posturas. Como debatimos en clase, creo que la tradicional excusa de que «la industria tiene que adaptarse» ya no es válida, porque ésta ya ha hecho los deberes, especialmente la musical. Hoy en dÃa puedes disfrutar de música en streaming, mediante descargas (legales), con publicidad, sin publicidad, en el móvil, en el coche, en el ordenador… incluso Spotify tiene una versión gratuita. Y aún asÃ, el público español sigue acudiendo mayoritariamente a las descargas ilegales en vez de a servicios que crean riqueza y generan empleo (además de nuevas obras musicales).
Ahora es el consumidor el que tiene que ceder y rechazar estas conductas desleales hacia los que crean la música que luego disfrutarán. Y estoy de acuerdo contigo en que estamos en una era de consumidores más informados (¡afortunadamente!), que ya no aceptan las imposiciones de las empresas, pero hay que ser cautelosos para no ser consumidores «malcriados», que realizan demandas irreales.
Siento de veras que el ejemplo puesto te haya creado malestar; como he comentado anteriormente, simplemente trataba de reflejar la situación española sobre esta problemática, y creo que lo transmitido en el post fue fiel reflejo de lo que allà se dijo, sin que en ningún momento nadie pudiese identificar a los intervinientes. En cualquier caso, y como creo que quedó de manifiesto en la clase, respeto todas las posturas y, sobre todo, la capacidad de crÃtica y análisis, y en este sentido, creo que el grupo podéis presumir mucho de ello (lo cual no es habitual).
Nos vemos el lunes.
¿Qué hay de la falta de representantes de la inmensa mayorÃa de internautas en este tipo de negociaciones? ¿Por qué hablas de educar de una parte hacia la otra siempre? ¿a caso no tiene nada que aprender la industria sobre el comportamiento y las preferencias de sus consumidores?
Solo por poner un ejemplo, Napster tenÃa más oferta cultural en 1999 que el mejor de los servicios digitales de hoy en dÃa. Podemos empezar a justifiar todas las trabas contractuales derivadas de esquemas del pasado que se encuentran los servicios digitales que intentan hacerlo legal o podemos dedicarnos a observar que en realidad los usuarios buscan la mejor oferta y el mejor servicio como han hecho durante toda la vida. La gente va al cine en vez de quedarse en su casa y ver una pelÃcula descargada simplemente porque se ve mejor, no porque en un caso se esté remunerando al creador y en el otro no.
Si los intermediarios de la industria cultural no ofrecen ofertas competitivas, repito no legales sino competitivas porque compiten contra la evolución no contra los consumidores y la regulación del pasado, serán arrollados por la evolución como lleva años ocurriendo con los clientes P2P o las webs de enlaces. Pero en vez de entender comprender porque los usuarios utilizan e incluso están dispuestos a pagar por un servicio como Megaupload, va la industria y utiliza todo su lobby para cerrarlo. Eso no es educar no te llames a engaño, es evangelizar.
Es gracioso que una persona entre a una clase pretendiendo «educar» a 20 personas que le están mostrando precisamente que es él quien no está entiendo nada. Es como aquel chiste «Â¡hay un loco en contra dirección! ¿uno? ¡pero sin van todos!»
Excelente propuesta. Pero mi sensación es que se han hecho las cosas tan mal desde las industrias de contenido, que recuperar la «educación» costará 100 veces más que si fuera desde el principio.
Gracias por el artÃculo