Es bastante frecuente leer por Internet que, por el camino que vamos, hasta las recetas van a estar protegidas por derechos de autor. No hace falta hacer una lectura muy profunda a la Ley de Propiedad Intelectual (esa gran desconocida) para darnos cuenta de que una receta no se va a poder proteger por estos medios, y ni tan siquiera como patente, aunque algunos se enorgullezcan de ofrecer a sus comensales sus famosas «recetas patentadas». Por el único medio por el que se pueden proteger recetas de cocina, aunque de forma muy limitada, es a través de los «secretos industriales», que hacen que muchos libros de cocina no revelen al completo los ingredientes o la forma exacta de preparar un plato para que quede «como en la foto».
Leo en el New York Times que una Chef de esta ciudad ha denunciado a un competidor por infringir sus derechos de propiedad intelectual, y claro, lees dicho titular y te asombras, pero a medida que sigues con la lectura te vas dando cuenta que el titular es un tanto engañoso.
Rebecca Charles es una prestigiosa cocinera y empresaria de la Gran Manzana, especialista en rollitos de langosta, cangrejo frito y otras delicatessen de Nueva Inglaterra. Hace 10 años abrió su restaurante Pearl Oyster Bar en el West Village y desde entonces ha visto como otros competidores han ido abriendo negocios «imitadores». Hasta ahora ha ido soportando como podía a tanto imitador, pero el último en llegar, Ed McFarland, dueño del restaurante Ed’s Lobster Bar en el SoHo y antiguo pinche de cocina del Pearl Oyster Bar, ha ido demasiado lejos según Charles, lo que ha propiciado una demanda en el Federal Circuit Court in Manhattan por infracción de sus Intellectual Property Rights.
Ed’s Lobster Bar, de la demandada
En la demanda, Charles argumenta que Ed’s Lobster Bar ha copiado «todos y cada uno de los elementos« del Pearl Oyster Bar, incluyendo la barra de mármol blanco, la pintura gris del revestimiento de madera, las sillas altas con el mismo respaldo de madera, los paquetes de galletas saladas de ostras colocadas en cada mesa, el menú y el aliño de la ensalada César. McFarland, por su parte, se defiende diciendo que es cierto que su restaurante es similar al de la demandante, pero que en ningún momento es una copia.
Y es entonces cuando entra en juego un concepto anglosajón más cercano en nuestro entorno a la competencia desleal, y es la figura del «trade dress», o la imitación del estilo de un competidor, de su «look and feel». He hablado ya en otras ocasiones del «trade dress» como protección del aspecto de un negocio, tendente a evitar que terceras personas utilicen elementos similares a los de un competidor para aprovecharse de su notoriedad o para inducir asociación en el público.
Los abogados de la parte demandante reconocen que la mayoría de los casos de «trade dress» que han llegado a los tribunales no han conseguido demostrar ni la existencia de un elemento protegible, ni la imitación compulsiva del competidor, pero consideran que este caso es diferente ya que Charles ha estado meses tomando cientos de pequeñas decisiones sobre el «look and feel» del restaurante y de su menú, lo que le hace merecedora de dicha protección.
Pero parece que lo que más ha molestado a Charles no ha sido que haga un restaurante que ella identifica como reflejo personal de sí misma y de su familia, sino que el aperitivo del demandado «Ed’s Caesar», que aunque no lo ha probado, está segura de que contiene su receta secreta de la ensalada Caesar. Charles reconoce que enseñó al demandado a preparar esa receta que heredó de su madre, pero se aseguró de recordarle decenas de veces que dicha receta era secreta y que no podría utilizarla en ningún otro sitio.
En este tipo de casos, más allá del concepto del «trade dress», como dije al principio, proteger una receta de cocina no es posible si no es a través de los «secretos industriales» y ello es sólo posible si se toman determinadas medidas como dejar claro a los empleados que determinados elementos son considerados secretos, que firmen un acuerdo de no revelación o utilización de los mismos (los famosos Non-Disclosure Agreements) y que evite la exposición evidente de tal secreto. Creo que puede ser un interesante tema para un futuro podcast; mientras tanto me quedo con esta curiosa demanda.
Muy interesante tu blog, enhorabuena.
Aunque es una entrada antigua me he estado leyendo las entradas antiguas que tenÃas porque muchas me parecieron muy buenas. AsÃ, a raÃz de esta querÃa plantearte la siguiente cuestión:
en el artÃculo comentas que una receta no puede protegerse a través de la propiedad intelectual, y yo me pregunto, podrÃa protegerse un plato de cocina ya terminado (la imagen en su conjunto visual…)
Mi cuestión surge del hecho de que grandes cocineros están realizando auténticas obras de arte (véase los mejores cocineros del mundo entre los que están bastantes españoles)asà como grandes pasteleros y reposteros. Pero a veces sin haber divulgado la imagen del plato más allá de servirlo en sus restaurantes, se encuentran con platos muy similares cuando no idénticos. Teniendo en cuenta que la propiedad intelectual protege las creaciones artÃsticas expresadas en cualquier medio o soporte ¿podrÃan protegerse por esta vÃa?
Lo cierto es que, como el artÃculo 10 de la Ley de Propiedad Intelectual no es cerrada sino que permite nuevos tipos de obras, se podrÃa al menos discutir la posibilidad de proteger no los ingredientes de un plato, sino como tú dices, el resultado final del mismo. De hecho, llevo mucho tiempo queriendo escribir un post sobre el tema, después de ver un documental sobre un certamen de cocina. A ver si en estas vacaciones puedo encontrar un hueco para exponer esta teorÃa.
Un saludo y gracias por visitar el blog.
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