Ayer fue un día repleto de eventos: una amiga de VEGAP me invitó a unas Jornadas en el Círculo de Bellas Artes de Madrid bajo el título «La Ley que quieren los Artistas» (plásticos, se entiende); Rafael Sánchez Aristi me invitó, a su vez, a una mesa redonda en la que representantes de discográficas y de artistas, debatirían sobre el contrato discográfico; al mismo tiempo, había una Beers&Blog, a la que fueron Rafa Osuna y José A. Gelado; y finalmente, un funeral. Como podéis intuir por el título del post, fui a la mesa redonda y al funeral, aunque algunos amigos me comentaron que de las jornadas de VEGAP destacarían (como no) el cocktail de después, y el Beers&Blog ya estaba bien planteado desde el principio (por el «beers», claro).
Yo voy a hablar de la Mesa Redonda, como digo organizada por Rafael Sánchez Aristi, en el marco del Master de Propiedad Intelectual de la Universidad Autónoma de Madrid, adonde ya fui hace poco a otra de las tertulias (la crónica la podéis encontrar aquí). Los asistentes esta vez fueron: Emiliano Figueroa (responsable del departamento de Business and Legal Affairs de Sony BMG Music para España y Portugal), José Luís Sánchez (ídem, pero de Universal Music); y por el otro lado, por el de los artistas: José Luís Herrero (asesor de ARTE, Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo) y Antonio López (abogado y, como cotilleo, hermano de Carlos López, responsable jurídico de AIE).
De izquierda a derecha: Emiliano Figueroa, José Luís Sánchez, Rafael Sánchez Aristi, José Luís Herrero y Antonio López.
Sánchez Aristi comenzó la mesa con una pequeña introducción en la que resaltó el caracter atípico del contrato discográfico en comparación con otro tipo de documentos, como el de edición, establecido en los artículos 58 y siguientes de nuestra LPI. Se planteaba si esta falta de tipicidad era positiva o negativa, es decir, si sería conveniente regular la relación que existe entre dos partes (artista/cantante y productor de fonogramas), ante la superioridad de alguna de ellas.
Por años de experiencia en el sector, comenzó hablando José Luís Sánchez, abogado con fama de duro, pero sensato; él no era partidario de regular el contrato de artista porque, entendía él, que aunque parece lo contrario, el artista no es una parte débil a la que se deba proteger especialmente. Según él, las discográficas se preocupan de mimar a sus artistas para que desarrollen una carrera favorable, ofreciéndole un equipo de trabajo para que el cantante no se tenga que preocupar más que de cantar. De hecho, afirmaba que en la mayoría de las ocasiones, el problema venía del artista, que si se niega a cantar, pues no canta. Repitió en diversas ocasiones (lo que provocó la risa de los asistentes), que si ellos contratan a una persona, y le pagan una buena cantidad de dinero, para que cante, y él, porque no está motivado, no canta, que ahí la parte débil es la discográfica, que no puede hacer absolutamente nada para que el cantante cumpla con su parte del contrato (que es cantar).
También incidió en varias ocasiones que lo que deberían hacer los artistas no es reivindicar buenas leyes, sino acudir a buenos profesionales para que les asesoren, ya que, en su experiencia, la mayoría de los artistas firman lo que les ponen por delante por ahorrarse dinero en contratar a un abogado para negociar las condiciones del contrato. En definitiva, según él, en este punto no faltan buenas leyes, sino artistas bien asesorados.
Emiliano Figueroa estaba de acuerdo con ese error en la concepción del «artista débil», quizá importada de EE.UU., en donde los usos y las costumbres del sector son completamente diferentes a las españolas y donde las discográficas sí recuperan hasta el último centavo de lo invertido en sus artistas. Además, afirmaba que si se tipificase la relación entre el productor de fonogramas y el artista, se estarían estableciendo unos normas que podrían perjudicarían a un mercado muy cambiante y necesario de una gran flexibilidad.
José Luís Herrero, por su parte, también estaba en contra de la legislación de este tipo de relaciones, en gran medida porque entendía que sería contraproducente meter más presión a una u otra parte por la situación de riesgo que sufre en la actualidad la industria discográfica. Repitió en diversas ocasiones que la duración de estos contratos era un punto crucial, que no se podía someter al artista a una situación de semi-esclavitud. Antonio López habló también en este sentido.
Sobre la naturaleza de esta relación, discutieron sobre si era laboral o mercantil. Estoy de acuerdo con José Luís Sánchez en que la naturaleza de esta relación dependerá de las condiciones de la misma, es decir, no es lo mismo encargar a un cantante una obra (poniendo él los medios, los horarios, etc.), que contratar a una persona para que cante una canción, en un día determinado, a una hora concreta, y con un material y un personal específico.
La verdad que el debate fue bastante intenso y acalorado, yéndose en determinados momentos por los cerros de íšbeda, o más bien, por los derroteros de la piratería. Al final de la mesa les pregunté a los representantes de las disqueras que si no creían que era bastante grave que en el año 2007 todavía no hubiese un gran mercado discográfico en Internet más allá de iTunes (y en España ni eso), y que si notaban un cambio de tendencias en los contratos discográficos porque los nuevos artistas quisiesen imponer nuevas formas de distribución, ya sea utilizando Licencias Creative Commons, o promocionando su música en sitios como MySpace.
Sobre la primera pregunta me dijeron que sí, que efectivamente era grave y que les estaba constando mucho adaptarse, primero porque según muchos estudios que habían realizado (y comprobado), distribuir por Internet no es más barato que hacerlo mediante soporte físico (al menos a corto y medio plazo), por las infraestructuras, tecnologías, y licencias que deberían comprar; y segundo, porque es tremendamente complicado competir con lo gratuito. No se atrevían a abrir tiendas online cuando estarían rodeados de miles de canales donde obtener el mismo producto y de forma gratuita.
Sobre la segunda pregunta, me contestó que no, que ellos realizaban esa promoción a través de Internet, pero no por imposición de los artistas sino por política de la propia empresa.
En resumen, genial debate, muy bien moderado por Sánchez Aristi, y en el lo que parece que quedó más o menos claro, es que los autores no siempre deciden acudir a nosotros (los abogados), para asesorarles a la hora de firmar con una discográfica.
HOLA A TODOS. La verdad que esta es una discusion bastante acolarada, pero que desde mi punto de vista se perdio, proque en vez de aprovecahar esta oportunidad para sentarse a organizar una mesa de trabajo, que permita soslayar nuevos retos a la industria discografica, ya no es momento de discutir sino de plantear decisiones, tales como que hacer con la pirateria como la vamos a enfrenetar.