A Sony se le complican las cosas

Que conste que tradicionalmente he tenido preferencia por productos Sony; escribo estas palabras desde un Sony VAIO, tengo un Hi-MD, una PSP, mi cámara digital es Sony y cada vez que voy a comprarme algo, no me importa esperar un poco más, ahorrar más dinero y comprarme un producto Sony. Pero lo que Sony Music está haciendo con los sistemas anticopias de los que ya hemos hablado escapa de mi comprensión.

Os recuerdo un poco el contexto: un desarrollador descubrió un sistema anticopia incluí­do en algunos cd’s de la multinacional que instalaba un rootkit en el ordenador del usuario, provocando así­ que el sistema se volviese más inestables y vulnerables a ataques que ya se han producido. Pero ahí­ no terminó el asunto ya que resurgió una vieja polémica por otro sistema anticopia, desarrollado por MediaMax, incluí­do en antiguos cd’s y que introducí­a programas parecidos a spyware.

Para empezar, Sony y First4Internet tienen ahora que afrontar una serie de demandas. Primero, la Electronic Frontier Foundation ha presentado una «class action» (acción de clase por la que un grupo de cuidadanos/perjudicados se unen a la demanda presentada por una de ellas y así­ se benefician de su sentencia) contra Sony; segundo, el Fiscal General del Estado de Texas ha demandado a Sony por incumplimiento de las leyes estatales sobre spyware; y finalmente, First4Internet va a ser llevado a juicio por incumplimiento, irónicamente, de una licencia copyleft porque parte del código del sistema anticopia era «open source» y sus autores habí­an prohibido su distribución comercial sin su autorización. Parece que en el XCP se contiene códigos de varios programas protegidos por derechos de autor pero distribuí­do bajo licencias Creative Commons o copyleft; estos programas son: LAME, id3lib, mpglib, mpg123, FAAC, y el que más llama la atención, códigos creados por DVD-Jon, el chaval que rompió los códigos de seguridad de los DVD’s.

El tema de los sistemas anticopias no es nuevo ( y de nuevo, no me gusta llamarles DRM’s porque no gestionan derechos, tan solo los restringen), lo que está sorprendiendo a todos es la ferocidad y virulencia de los sistemas, cómo el remedio (las protecciones), puede ser más peligroso que la enfermedad (que te copien un cd, porque al final, está claro, que será copiado).

Además, los sistemas no pueden ser más inútiles: la semana pasada me compré un cd, precisamente de Sony Music, y vení­a con un logo de esos de «copy protected». Al insertarlo en el cd del ordenador (un Sony Vaio), se instalaba una pequeña aplicación con un reproductor propio y en principio, aunque exploraba el cd, no habí­a pistas en él o no tení­a acceso a dichas canciones fácilmente por el sistema anticopia. Esa protección la «salté» usando el programa Sony SonicStage que utilizo para transferir la música a mi Sony Hi-Minidisc; este programa tiene una opción de importación del CD, y gracias a él, los archivos de audio del cd protegido estaban en mi ordenador, completamente libre de cualquier limitación y listo para hacer lo que se me antoje con él. Y todo utilizando hardware y software Sony. ¿No es todo esto absurdo?

Pero ahí­ no termina todo; los sistemas de protección de Mediamax se pueden saltar de la siguiente forma:

– Pintando con un rotulador fino el borde exterior del cd o rodeándolo con cinta adhesiva.
– Presionando la tecla «Shift» del ordenador cuando se introduce el CD.
– Reiniciando el ordenador después de insertar el CD.
– No usando un ordenador con Windows; son inútiles con Mac, Linux, etc.
– Como cuento arriba, utilizando un programa que importe música al disco duro del ordenador.

¿Cuál es mi conclusión? Me parece muy loable que las empresas protejan sus activos; las multinacionales invierten millones de dólares en grabación y promoción de un producto que finalmente disfrutamos todos, pero que esa protección no suponga un daño o perjuicio a los consumidores, que son al final los que van a la tienda y compran su producto. Un sistema DRM o anticopia no puede perjudicar los intereses y bienes de los consumidores, de hecho, en los 20 años de historia de estos sistemas, todaví­a no se ha desarrollado ninguno que no haya sido franqueado, siempre en perjuicio de los menos habilidosos. ¿Qué más nos queda por ver?

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