Victor Abellón, de caramelosmog y bitacoras.org, me pidió hace unos días que iniciase una serie de entrevista/colaboraciones en su web sobre nuevos movimientos de Propiedad Intelectual y su repercusión en Internet. No publiqué la primera de ellas por falta de tiempo, pero aquí os dejo un estracto de las que llevo por ahora y el link a cada una de ellas:
1) ¿Cuál es el problema con el actual sistema de derechos de autor?
Los derechos de autor, a diferencia de lo que pueda parecer, tienen una tradición sólida en España, de hecho, la primera ley especial de Propiedad Intelectual data de 1879. Con la aparición de Internet y de las Nuevas Tecnologías, es obvio que estos han encontrado una nueva dimensión que ha atraído al gran público, que hasta ahora ni sabía ni podía opinar sobre los mismos.
Este sistema de protección a la creación, en sus bases, es bastante flexible; en principio ofrece al autor de una obra artística, literaria o científica exclusivos derechos sobre sus obras, en especial los derechos de reproducción (hacer copias de su obra), distribución (distribuir ejemplares de la misma), comunicación pública (poner a disposición a una pluralidad de personas una obra sin previa distribución de ejemplares) y transformación (hacer una obra a partir de otra preexistente). Parece por tanto obvio que sea el autor de una obra quien decida qué hacer con su obra y cómo ser retribuido por su creación.
Link del artículo completo: http://caramelosmog.net/?p=112
2) ¿Es realmente necesario un sistema alternativo?
La semana pasada ofrecí unas breves connotaciones sobre los derechos de autor, cuál es su razón de ser y por qué han obtenido tanta notoriedad en los últimos años. Ante este panorama hoy voy a comentar si es necesario un sistema alternativo o si la forma de explotación de obras que hemos tenido hasta ahora es perfectamente compatible con la nueva realidad social y tecnológica.
En general creo, y esto es una valoración subjetiva, que sí hace falta una nueva forma de explotación de las obras y sí es necesaria la existencia de un sistema alternativo porque, al fin y al cabo, la diversidad y la competencia son imprescindibles y necesarias para cualquier sociedad avanzada. Aún así hay que matizar qué entiendo yo por este «sistema alternativo».
Hasta hace unos años, los consumidores accedían a los productos de entretenimiento (música, cine y libros, principalmente) gracias a las empresas que, bajo su iniciativa y emprendimiento, realizaban inversiones económicas para «comercializar» las obras creadas por los autores; su labor no era simplemente la de distribuir la obra sino también invertían importantes sumas de dinero en la producción de la obra (grabación de un disco, rodaje de una película, adelantos para la realización de un libro, etc.) publicidad y otras actividades menos conocidas. Esta labor ha sido siempre mal vista por la sociedad ya que veía a esta figura como un mecenas de la cultura que intentaba aprovecharse de la creación del artista y que, además no apoyaba a artistas menos rentables, pero con alto nivel cultural.
Internet y la informática en general revolucionó los canales de distribución de las obras, haciendo posible que el camino entre el artista y el consumidor se acortase, haciendo, en cierta forma, prescindible el papel de los intermediarios; una persona ahora puede grabar un disco con su ordenador personal y ponerlo a disposición de cualquier persona con un coste de distribución sin comparación con el mundo real. Además, esta nueva forma de explotación suponía una liberalización de la dependencia que se tenía con los agentes intelectuales, es lo que Lawrence Lessig califica como Free Culture, no una cultura gratuita sino una cultura libre de los intereses de los que hasta ahora decidían qué iba a estar a disposición del público.
Bajo estas premisas, sí creo que es imprescindible el mantenimiento de un doble sistema, uno tradicional pero adaptado a las nuevas tecnologías y otro alternativo libre de intereses de mercado. Aunque muchas personas creen que las grandes multinacionales están abocadas a la desaparición, yo no estoy de acuerdo. Creo que su papel, aunque a veces cuestionado, es imprescindible siempre y cuando sean capaces de llevar a cabo una gran reconversión para adaptarse al mundo digital.
Yo concibo una industria más cercana al consumidor, que le ofrezca más oferta y sobretodo una oferta más acorde a las demandas del mercado y como he dicho antes, con una fuerte apuesta por la Red, sobretodo con sistemas legales de intercambio de archivos como iMesh o Mashboxx aunque a precios más razonables. No creo que sea lógico cobrar 0.99 € por una canción o 10 € por un disco, sin discriminar que sea un álbum de estreno o con más de 30 años (que ya debe haber sido rentabilizado), cuando, por otro lado se puede encontrar por poco más, o incluso por menos, en formato CD en una gran superficie. Los precios en Internet deben caer.
Respecto al sistema alternativo que muchos plantean, también creo que debe ser modulado, sobretodo para concebirlo como un sistema netamente competencial al tradicional y menos destructor del sistema actual, que creo que es como están ahora ideados. Como dije más arriba, gracias al desarrollo de la informática un autor es capaz de grabar, editar y distribuir su obra de forma rápida y sencilla; creo que el sistema alternativo que debe asentarse sería idóneo para todos aquellos que, o bien por sus convicciones morales están en contra de la forma en la que está fundamentada la industria tradicional, o bien no encuentran su hueco en ella. Hasta ahora dichos autores debían permanecer en el anonimato; gracias a las nuevas tecnologías éstos no dependerán de una empresa que apueste por ellos para poder vivir de sus creaciones.
Muchas personas hablan también de un sistema alternativo legal; yo no creo en tal. Las leyes de derechos de autor son lo suficientemente flexibles como para que movimientos como el Copyleft, las Licencias Creative Commons y análogos tengan perfecta validez, de hecho, todas ellas fundamentan su legalidad en las leyes de propiedad intelectual y sin ellas no tendrían razón de ser (como así se expone en la página web de Creative Commons). Por tanto, como ya comenté en el anterior post, la legislación internacional de propiedad intelectual pretende proteger al autor; «por defecto» le otorga todos los derechos, pero éste es completamente libre de estipular lo contrario y así reservarse algunos derechos o ninguno, por tiempo limitado o ilimitado. Y eso es precisamente lo que siempre pretendo defender, el respeto de la voluntad del autor; no creo que sea ni justo ni legal realizar una explotación diferente a la que el autor ha concebido para su obra, ya sea cobrando cuando él no lo ha querido o no retribuyéndole cuando él ha decidido cobrar por su obra.
Es por todo lo manifiesto por lo que creo que sí es imprescindible el mantenimiento de un sistema alternativo que compita con el tradicional, pero con una intención de opción más que de destrucción, capaz de adaptarse a las exigencias de cada autor y en el que todos tengan cabida, los artistas que hasta ahora la industria nos ha mostrado y los que no. De esta forma ganaremos los consumidores, cuya oferta aumentará; los autores, que podrán explotar su obra y tendrán diversas formas de hacerlo, y ambas industrias, la tradicional y la alternativa, que tendrán que esforzarse por mantener un producto competitivo y de calidad para no perder terreno frente a la otra.